Por: Alejandro Santos
La deuda externa dominicana ha sido objeto de análisis tanto desde las distintas escuelas del pensamiento económico como desde las posiciones de los líderes políticos y los gobiernos de turno.
En el plano teórico, los enfoques van desde los keynesianos hasta los liberales ortodoxos. Este ámbito está reservado, sobre todo, para quienes asumen posturas fundamentadas en los paradigmas económicos.
Los keynesianos entienden que la deuda externa juega un papel clave en la construcción de infraestructura, al permitir cerrar brechas estructurales y generar un efecto multiplicador en las actividades productivas.
Por su parte, los neoliberales ponen el acento en la disciplina fiscal, otorgan mayor protagonismo al sector privado en la inversión de proyectos que impulsen el crecimiento económico y enfatizan la importancia de mantener bajo control el riesgo país.
Donde se quiebran la coherencia y la consistencia es en el terreno político dominicano. Aquí observamos cómo un mismo fenómeno —la deuda externa— se define y se asume según las conveniencias coyunturales.
En la oposición, los líderes partidarios critican el endeudamiento; pero una vez en el poder, lo justifican como necesario e imprescindible. Esta ha sido una constante en todos los partidos y gobiernos recientes, al igual que el crecimiento sostenido del endeudamiento público.
Durante el gobierno de Hipólito Mejía, la deuda externa aumentó en aproximadamente US$6,487.2 millones.
En los mandatos de Leonel Fernández, se incrementó en US$4,565.7 millones (2004-2008) y US$9,624.3 millones (2008-2012), para un total de US$14,190 millones.
Bajo los gobiernos de Danilo Medina, el endeudamiento creció en US$9,037.7 millones entre 2012 y 2016, y en US$20,366.7 millones entre 2016 y 2020, alcanzando un aumento total de US$29,404.4 millones en sus dos períodos.
En la actual gestión de Luis Abinader, la deuda ha aumentado en alrededor de US$28,000 millones durante los cinco años que lleva en el poder.
Según datos de la Dirección General de Crédito Público, al 31 de agosto del presente año, la deuda externa dominicana asciende a US$44,041.9 millones, equivalente al 34.3% del PIB.
No es necesario ser un experto en matemáticas o finanzas para advertir que la República Dominicana se encuentra en una carrera ascendente de endeudamiento, sin señales de tregua.
Los compromisos anuales de pago de este volumen de deuda comprometen seriamente los recursos del presupuesto nacional.
Si se continúa por esta ruta, el país podría entrar en un contexto de alto riesgo de insolvencia para mantener el flujo de pago, al tiempo que se reducen los fondos disponibles para sostener la nómina pública y la inversión en infraestructura.
Los gobiernos, sin distinción de partido, se han centrado en tomar prestado sin prever las consecuencias futuras, convirtiendo la deuda externa en una amenaza latente para las generaciones presentes y venideras.
Ha llegado el momento de reconocer que, en materia de endeudamiento, los partidos y dirigentes dominicanos actúan bajo la lógica del refrán popular: “una cosa es con guitarra y otra es con violín”.
Y, como bien dice el dicho, “todo depende del color del cristal con que se mire”, porque una cosa es estar en el gobierno… y otra muy distinta, estar en la oposición.